domingo, 19 de julio de 2009

AÚN NO ESTA LIMPIO




María estaba bajando por las escaleras de su antiguo edificio mientras escuchaba como los escalones rugían bajo sus pies como hojas de otoño. Miraba de vez en vez por aquel tubo que formaban las escaleras en caracol y que llevaban al sótano. ¿Qué pasaría si me caigo de aquí?, pensaba, como también pensaba en el mal día que había tenido, en el fastidioso jefe y la obesa secretaria que se sentaba a su costado a leer tontas revistas de farándula.
La noche había llegado y con ella un poco de tranquilidad. Ahora María solo tenía que lavar la ropa; había lavado los platos, barrido su departamento y cocinado su comida para el día de mañana.
Solo le faltaba lavar la ropa…
Llegó al sótano con la batea entre los brazos y la dejó en la mesa que se encontraba en el lado izquierdo. Había escuchado que una lavadora estaba trabajando, se detuvo pero como la oscuridad no le permitía ver más allá de sus propias manos, tanteó la pared en busca del interruptor. Lo activó y las luces amarillentas se prendieron de repente con un breve chasquido. María observó la habitación con cierto cansancio y aburrimiento.
¡PUM!, sonó la lavadora, ¡PUM!, volvía a sonar. Pero no era un ruido cualquiera era algo que estaba dando vueltas dentro del aparato, la ropa tal vez o un par de zapatillas.
María se acercó con cuidado y se asomó por la rejilla redonda de la maquina. ¡PUM! Algo cayó dentro de ella.
“¡Demonios!”, gritó cayendo sentada en el suelo de mármol.” ¿Qué es esto?” preguntó. Se levantó lentamente hasta que recuperó el equilibrio y apagó la lavadora. ¡Chazzzzz!, sonó por un instante. María se arrodilló nuevamente, abrió la puertecilla para sacar la ropa (o las zapatillas que en este caso hacían el ruido) y se encontró con un cuerpo inflado y totalmente destrozado. Lo que debía ser agua con jabón, ahora era sangre con otros fluidos corporales; ahora el rostro, o lo que había sido un rostro anteriormente, se encontraba desfigurado y asqueroso. Casi daba asco. María lo miró, inclinó un poco la cabeza y lo volvió a introducir con sumo cuidado. Se paró, dio un suspiro largo y accionó nuevamente la lavadora. “Aún no está totalmente limpio” susurró dándose vuelta para coger su ropa.
¡PUM!, caía el cuerpo nuevamente, ¡PUM!