miércoles, 21 de julio de 2010

HISTORIA DE AMOR, CORRUPTOS Y UN TAXISTA


Los primeros rayos del sol cayeron sobre su rostro obligándolo a abrir lentamente sus ojos cansados. Las persianas de su habitación se habían abierto por el viento que la noche anterior había azotado a la ciudad. La habitación estaba fría, al menos, eso era lo que él pensaba. Y podía estarlo. Posó ambas manos sobre su rostro tratando de secar las últimas gotas de sueño y se revolvió entre las sábanas tratando de dejar la pereza. Se volvió hacia el lado derecho de la cama y sobre la mesa de noche observó su reloj que marcaba las diez y media de la mañana. Se levantó de la cama como impulsado por un resorte y cuando estuvo parado, se tambaleó un segundo hasta que recobró el equilibrio. Caminó hacia el baño que era la habitación contigua a su dormitorio y cerró la puerta a pesar de que ahora vivía solo en ese departamento. Se paró frente al espejo y observó su rostro ojeroso. A decir verdad, la noche anterior fue la primera noche que dormía, había tenido insomnio durante casi un mes después del incidente. Sin embargo, había terminado tan cansado luego de hacer su deber que se rindió entre las almohadas y no despertó sino hasta ese día a las diez y media de la mañana en punto.

Observó, entonces, su aspecto demacrado y descuidado pero, de alguna manera, sonrió. La sonrisa que se observó en el espejo era una sonrisa cansada y satisfecha como la de alguien que toma una gaseosa helada en pleno verano en el desierto del Sahara. Satisfacción. Se agachó un poco para recoger el agua del lavadero entre sus manos y se la echó en el rostro, necesitaba estar presentable para ir a verla.

Necesitaba verla.

Luego de lavarse el rostro, decidió meterse a la ducha. Se despojó de la ropa con la que había trabajado la noche anterior y entró titubeante al agua fría. Media hora después estaba en su habitación escogiendo la mejor ropa para ver a… para verla.

Se puso la ropa que ella le había ayudado a escoger hacia ya algún tiempo. Se miró una vez más al espejo y soltó un suspiro de cariño. Esa ropa le hacía recordar los momentos que había pasado junto a ella cuando todo estaba bien.

- Cuando todo estaba bien…- susurró a la habitación fría y algo iluminada por el sol entre las persianas.

Movió su cabeza de lado a lado tratando de sacar los malos momentos que también abundaban en su consciente. Cogió su saco marrón y salió decidido a cumplir con la promesa que le había hecho. Bajó rápidamente los escalones desde el tercer piso donde se encontraba su departamento y en la calle todo le pareció surreal. Por un momento, vio las cosas moverse en cámara lenta y escuchar los sonidos como ecos dentro de su cabeza. Cerró los ojos fuertemente y al abrirlos, la ciudad de Lima estaba frente a él con su típico tono gris. Recorrió la avenida con la vista antes de animarse a caminar hacia la esquina. Vio pasar en la acera del frente a una mujer de la mano con su hijo vestido con un uniforme azul oscuro. El pequeño lo miró fijamente hasta que no pudo volver más la cabeza y se resignó a seguir escuchando algunas palabras de su madre.

- Señor – gritó un hombre a su espalda – ¿Trome, Ajá? – Le preguntó desde su puesto de periódico ubicado en la esquina donde él se encontraba parado - ¿No quiere comprar uno, señor?

Él no respondió y no tardó en llegar un niño con el mismo uniforme azul preguntado por las últimas figuritas del álbum del mundial de futbol. El vendedor se distrajo atendiéndole y se olvidó del hombre con saco marrón parado en la esquina de la avenida al cual le había ofrecido los periódicos. No obstante, él se animó a observar las primeras páginas de los diarios y los escandalosos titulares de la famosa prensa amarilla. Robos, accidentes de autos, desastres naturales y corrupción de altos funcionarios llenaban las caratulas de los principales periódicos del país. Pese a ello, solo un titular le causó una repentina atracción. “Hallan asesinado a administrador de empresa de viajes. Policías localizan al asesino y descartan al robo como móvil del caso”

- ¿Señor? – Volvió a preguntar el hombre en el puesto - ¿no lleva ninguno? – el niño ya no estaba comprando las figuras ¿Cuánto tiempo había estado parado allí?

- No, no, gracias – respondió sonriendo – disculpe – dijo retirándose.

Se paró al borde de la acera en busca de un taxi, miró hacia ambos lados y por el lado derecho vio que se acercaba uno amarillo. Rápidamente, le indicó al taxista el lugar de destino mientras se subía al auto.

- Si puede ir rápido se lo agradecería – apresuró al taxista.

Él comenzó a mirar por la ventana y observó el colegio de donde salían aquellos niños con uniforme azul oscuro. De pronto, un auto de policía con su bocina activada le interrumpió la vista, detrás de este pasó uno más, luego, otro más, y en total, cuatro autos de la policía peruana pasaron a toda velocidad junto al pequeño taxi amarillo. Los niños que salían del colegio miraron anonadados aquel fugaz espectáculo de luces y escándalo en aquella tranquila calle.

El taxi llegó al lugar en aproximadamente treinta minutos y tuvo un costo de doce nuevos soles.

- Espéreme aquí – le dijo al taxista antes de descender del vehículo- no tardaré mucho en salir y necesito otra carrera ¿estará bien?

El taxista asintió con la cabeza mientras miraba por el retrovisor. Él salió del auto y miró la entrada dando otro suspiro, esta vez, de emoción. Caminó lentamente y atravesó el portal que se le presentaba enfrente. Por fin la iba a ver. Por fin.

Tenía mucho que decirle.

Se paró frente a ella y la saludo con un hola. Ella no le respondió.

Se recostó sobre la lápida fría y leyó en ella el nombre de su prometida. Apoyó ambas manos sobre la tumba incrustada en el suelo y sonrió cálidamente.

- Te dije que lo haría amor – le dijo al cemento – tenía que hacerlo por ti.

Un fuerte viento pasó por el cementerio y revoloteó el sacó marrón que llevaba puesto. Alzó el rostro y dejó que aquel aire acariciara sus mejillas.

- Gracias por el saludo – sonrió mirando el nombre en la lápida – Han pasado dos meses de tu – le fue difícil continuar pero apretó los puños y dijo – asesinato; y no me fue difícil encontrarlo. ¿Ves esto? – sacó la pistola que tenía guardada en el bolsillo del saco – gracias por dejarla, me sirvió de mucho.

A lo lejos se comenzaron a escuchar varias bocinas de autos de policías cada vez más cerca.

- No me importa lo que pase – dijo mientras escuchaba el fuerte sonido acercarse – más bien, yo quise que pase – volvió a sonreír – Averigüé su paradero, Jessica – por primera vez pronunció su nombre y se quedó callado mirando las flores medias secas que tenia frente a él – Averigüé donde vivía el muy hijo de puta y lo maté. Con esto – volvió a enseñar la pistola.

Dejó de recostarse sobre sus brazos y se sentó en el césped junto a la tumba. Se sacó el saco marrón que llevaba puesto y lo dejó doblado junto a él.

- El muy imbécil creyó que le iba a comprar gran cantidad de droga y me dejó entrar a su casa –se rió estruendosamente – y cuando entré – se rió de nuevo – vaya sorpresa que se dio.

Las alarmas de los autos de policía habían parado y no tardaban en llegar al lugar.

- Me viste ¿cierto? – Preguntó acariciando el nombre impreso en la lápida - ¿viste como murió escuchando tu nombre? – una lágrima cayó sobre el cemento - ¡¿Lo viste cierto?! – Exclamó- ¡Carajo, Jessica! ¡Carajo! – Comenzó a llorar desesperadamente- ¡Te dije que denunciar a los narcos era..! - el llanto no le dejó terminar.

- ¡allí esta! – escuchó un grito a su lado izquierdo. Era el taxista. Detrás de él seis policías aparecieron con sus armas desenvainadas y listas para disparar. -¡Él es!

Los policías comenzaron acercarse lentamente, paso a paso, hacia él que aun seguía sentado junto a la lápida.

- Ya nos vemos – susurró a la tumba y se levantó.

- ¡Quieto! – gritó uno de los policías que al parecer estaba al mando. ¡Baja el arma! – Gritó enérgicamente al ver el arma entre las manos del asesino - ¡Baja la maldita arma!

Pero él no le hizo caso, siguió caminando hacia los policías con el arma apuntándoles directamente al pecho. El arma se movía de lado a lado nerviosamente tratando de apuntar a la mayor cantidad de policías posibles.

- ¡Hey! – Le gritó de nuevo - ¡Baja el arma, compadre! – Le sonrió irónicamente- ¡Vamos! ¡No quieres esto! ¿Cierto? – Los policías seguían avanzando lentamente - ¡Bájala que por imbécil Jessica se ha muerto, no debió…! – El policía se calló al instante. Una bala le había atravesado el pecho.

Los otros oficiales dispararon contra el prometido de Jessica y lo tumbaron al suelo en pocos segundos. El policía al cual había disparado estaba muerto y ya se veía un charco de sangre saliendo por debajo de él. A unos metros el asesino del administrador de la empresa de viajes que había salido en los periódicos ese día en la mañana, se desangraba lentamente. Este mismo vio aparecer en el cielo diferentes rostros de policías apuntándole directamente a la cara.

- Putos corruptos - pronunció con dificultad al verlos y subió la pistola rápidamente hacia la boca disparándose directamente en la cabeza. Los restos de cráneo mancharon los zapatos negros de los guardias y estos retrocedieron asqueados.

- Un imbécil más que muere en busca de justicia para este país – susurró uno de los oficiales – Vamos – llamó a los otros - recojamos esto que esto no se debe saber. ¡Ah! – Exclamó cuando sus compañeros lo acompañaban – Maten al taxista.


2 almas perdidas:

Romina dijo...

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María Carolina Vasquez dijo...

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Bueno muchos saludos

Karito.