viernes, 2 de septiembre de 2011

PENSAMIENTOS DEL OTRO YO EN MEDIO DE UNA SALA

¿Qué pasa cuando no sabes abrir el cofre de tus pensamientos? ¿Qué pasa cuando la vida se ha encargado de jugarte malas pasadas para hacerte olvidar como mover tus manos para estrechar la cerradura? ¿La vida? Tal vez. ¿O quiza fuiste tú aquel que se encargó de hacerte olvidar dónde dejaste la llave? El lugar detrás de la cortina negra que cubre tus malas experiencias ¿Qué pasa cuando no sabes ni siquiera dónde has puesto el cofre? ¿Es ese momento en el cuál pierdes la noción de ti? ¿Es, a caso, cuando comienzas a no saber el sentido de ti mismo? Creo que ha llegado el momento.

Y siento que debo encontrar el lugar en la casa del olvido donde escondí en algún momento de mi vida aquel cofre de pensamientos. Los recuerdos confunden y te enredan, no te dejan caminar tranquila por la vida, no te permiten estar extremadamente bien como todos. ¿Como todos? ¿Cómo sabemos que todos son felices? Muy falso. Dichosos los felices de corazón verdaderamente. Esa oración ha rondado por siempre en su mente. Pero, volviendo al tema, aquellos momentos en los cuales no puedes identificarte, cuando tratas de mirarte al espejo y no logras definir bien tu reflejo, aquellos momentos en los cuales sientes un nudo en la garganta y la mirada de muchos a tu alrededor obligándote a fingir que todo está bien. Pero no. Existe algo que no sabes definir exactamente dentro de ti. Yo creo que es el cofre, el cofre que se te ha perdido y no lo puedes encontrar. No puedes ni ingresar ni sacar sentimientos y pensamientos que te sirven y que te arruinan, sobre todo los que te arruinan. O tal vez, pienso yo, el problema no radica en no encontrar el cofre si no en saber como ingresar cosas pero no saber como sacarlas. Pasa tu vida y el cofre comienza a verse y ser pequeño. Demasiado pequeño cuando eres una persona que dedica los pequeños espacios de su vida a urgar en su mente, a pensar. El cofre comienza a llenarse de cosas útiles e inútiles pero llega un momento en el cual no eres conciente y las cosas inútiles comienzan a ganar la batalla como inquilinos nauseabundos por pequeñas habitaciones tan nauseabundas como ellos. Lástima. El tiempo a llegado y la señora de la limpieza no ha venido ¿Qué pasa entonces? Te comienzas a sentir tan nauseabundo como ellos pero es necesario comenzar la limpieza en el edificio. Tal vez es una misma metáfora como encontrar el cofre dentro de tu mente, pero el hecho de encontrar muchas metáforas no significa que el problema no existe y subsiste. Subsiste de ti. Se alimenta de tu misma vida. Entonces, ¿Cómo encontrar el cofre en tu mente? ¿Cómo llamar a la señora (¿por qué no puede ser un señor?) de la limpieza para que realice un exterminio de sustancias fetidas? ¿Cómo? ¿Con qué? He allí el problema. Gran, pequeño e interno problema. ¿Interno he dicho? Exacto. Porque otro detalle de tu situación es que nadie tiene porque saberlo ni enterarse de lo pensante que eres. Cuando la gente descubre que eres pensante generalmente piensa que eres emocionalmente inestable pero ¿Por qué no permitirse la opción? ¿Por qué la gente se esfuerza tanto en pretender ser completamente felices? ¿Por qué no darte la opción de conocerte con tus pros y tus contras? Tal vez estoy pisando un terreno muy fofo para una mente sin amortiguador en este momento. Tal vez es momento de dejar de pensar. Tal vez es momento de dejar de buscar el cofre. Tal vez no es momento de llamar a aquel ser hermafrodita para que realice la limpieza. La gente comienza a impacientarse y a darse cuenta que estoy caminando lejos de aquella sala. Han llegado nuevos invitados y se percatan de aquel ser en el medio de la sala donde todos sonrien. Raro, llama la atención. Me obligan a volver pero sabiendo que te sientes más liberado. Nos vemos.

Las manos duelen y la mente, también.

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